sábado, 11 de diciembre de 2010

Rata cellarda, Lirón careto o Eliomys quercinus

Rata Cellarda (cat.), Lirón careto (cast.), Eliomys quercinus (lat.)
Además del sobrenombre con el que reconocer a la autora de este blog (siento ponerme primera), identifica un pequeño animalillo que aunque con mucha presencia en nuestros bosques es difícil de observar y por ende, bastante desconocido.
Según la wiki se trata de "un roedor de orejas grandes, ojos salientes y cola larga, recubierta de pelos, que hacia la punta se van haciendo más largos hasta formar un pincel. La característica más distintiva de la rata cellarda es una máscara facial muy conspicua formada por dos líneas de color negro que salen del hocico, rodean los ojos y acaban en la base de las orejas"
Esta última característica les da esta imagen de misterio  que me gustaría compartir, no por que me crea nada, sino por la propia timidez que me caracteriza...
En cuanto a sus costumbres señala que "Es de costumbres nocturnas, y presenta un máximo de actividad hacia medianoche". Completamente compartida esta caracterítica aunque, últimamente las obligaciones laborales complican increiblemente estos horarios.
Y lo de ser rata, no por tacaña aunque sea uno de los estereotipos con los que se nos reconoce a los catalanes, sino por la capacidad de ir haciendo, activamente royendo todo lo que llega a nuestras patitas, masticando  y acumulando información, para irla analizando poco a poco...
Ya véis una chica con mucha presencia (no malinterpretéis, simplemente porque ahí estoy, atenta y escuchando, ojos observadores y analíticos), aunque pasando desapercibida, sólo visible para aquellos que insistan en pretender observarla.
Otro dia ya recordaré la història de porque le tengo cariño a este nombre con el que un padre, a veces, llamaba a una de sus hijas...

viernes, 10 de diciembre de 2010

Sociedad líquida y hombres descolocados

Vaya bomba de relojería...
Con el término acuñado y tratado por autores tan de moda como Zygmunt Bauman o Georg Simmel la visión y lectura de la realidad que me rodea se presenta  transparente.
Estos hombres adultos absolutamente descolocados ante una realidad que, en mi humilde opinión, les supera y abruma.
Hombres, como dirían nuestras madres, hechos y derechos, con elevado capital cultural, académico, sobretodo, y depende del caso, con un capital económico, cuando menos relajado. hombres que rondan la cuarentena, palabra tabú, se les muestran ante sí todas las crisis a la vez, la coyuntural (que solo les afecta por la insistencia de nuestros amigos los medios de comunicación en bombardear nuestro consciente e inconsciente a todas horas) y la personal (que debe ser que les toca al verse la primera cana o por la absoluta comodidad en la que se han instalado).
Hombres incapaces de estar solos e incapaces de enfrentarse a sus compañeras de igual a igual.
Hombres que abandonan la familia acabada de crear con el nacimiento del primer hijo, hombres que abandonan cuando se les anuncia la disponibilidad por procrear, los que abandonan en cuanto empieza la convivencia, cuando ya creen tenerlo todo hecho y van en busca de nuevas aventuras.
Patrón común que observo? Hombres que no se sienten el centro del universo y que son incapaces de relativizar sus propias necesidades con las de quién tienen a su alrededor, incapaces de asumir responsabilidades en las que decidieron apostar y de las que reniegan a la velocidad de la luz.
Incapaces de enfrentarse a los nuevos retos que la vida nos depara continuamente.
Poca inteligencia emocional que los conduce a experimentar las relaciones personales desde la barrera, con las nuevas tecnologías a modo de antifaz.
Y no viven estas relaciones, al fin y al cabo, o las pretenden como trampolín hacia la vida en directo, sino como arte de subsistencia en la penumbra.
Estilos muy diferentes de aquellas que pretendemos ser directas y pedir lo que queremos, simplemente porque nos apetece, sin ñoñerías, sin excusas, sin disimulos...
Resultado?. Juegos imposibles de seguir porque sin reglas compartidas dejan de ser juegos. Relaciones líquidas y frustrantes y, a veces, muy pocas veces alguna sorpresa que, aunque brevemente, te reconcilia con el otro género.
Y es que todo vuelve a empezar...